6 de junio de 2020

CAPÍTULO FINAL «EL DEMIURGO» - FAUSTO MERCADO - (FRAGMENTO)

Cochabamba,

30 de enero del 2010 

 Mi siempre amado Mario.

Te escribo esta carta después de muchos años, porque tu recuerdo, el que siempre me persigue, me invadió esta mañana de verano. El año pasado leí tu última obra titulada Sables y utopías. Me encantó mucho más que tus novelas donde quisiste ser el rey de este género.La verdad siempre me gustaron tus ensayos más que tus novelas y con este libro me das la razón, y así como escribiste este ensayo de sueños y realidades dispares, te hago recordar, mi dulce amor, que nuestra relación también fue de ensayo, cubierta de alegrías, tristezas, sueños e imposibles. 

Y frente a todo y todos (diez años de diferencia y tu padre amenazándome con tirarme un tiro por seductora de menores e infringir la ley de casamiento de veintiún años, cuando andabas en diecinueve), decidimos casarnos sin prever las consecuencias, en ese pueblito de Chincha, comenzando así una etapa matrimonial que como bien sabíamos desde un inicio iba al fracaso, pero tercos, nos fuimos contra la corriente, blindando nuestro amor por muchos años. Tu ternura, sensibilidad, así como el construir el sueño de algún día ser un gran escritor, era el que alimentaba nuestros días; leíamos, escribíamos, vivíamos este sueño con absoluta pasión, como si nuestro encuentro hubiera sido justificado por fuerza superior y nuestras vidas dependieran de ello al igual que simples muñecos de papel.

Tiempos aquellos en los que recién te iniciabas, con tu primer cuento, Los jefes, tu primera novela La ciudad y los perros, que entre broma y verdad me decías que los derechos de la obra me pertenecían, por haberlos escrito durante mi reinado.

Sí, Mario, los escribiste durante nuestro matrimonio, el segundo que llevaba a cuestas, pero bien sabías que tú eras mi primer y único amor, moría por ti, mi Varguitas…

Como era natural en esas épocas que recién iniciabas en el arte de la escritura, tus complejos, obstinaciones y fantasmas eran grandes, sin embargo, me mordía los labios y guardaba el temple debido para darte la seguridad y no distraerte de tu objetivo principal: la producción intelectual. Definitivamente, siempre te vi como un hombre de talento, el don era tuyo, pero el sacrificio, bien lo sabes, era mío y sin mi ayuda no hubieras sido escritor. Mi Mario; te resistí, te acompañé, te clamé, te aguardé…haciendo caso omiso al destino que nos jugó una mala pasada -arrebatando de nuestras manos a nuestro hijo, como recordarás-. Te entregué mi corazón en total abnegación y desenfreno, no por nueve años, tiempo que duró nuestro matrimonio, si no por toda la eternidad…

¿Y cómo me pagaste?, de la manera más hiriente, destructiva…

Con la traición; te quedaste prendado de mi sobrina Patricia, corriste a ella, después del accidente aéreo que se llevó a mi sobrina Wanda, hermana de Patricia, dejándome muerta en vida. Luego llegaron las mentiras y humillaciones; a través del develamiento de nuestro amor, el cual considero y consideraba lo más sagrado de este mundo; no te importó ni un carajo, así llegó, cuando ya estábamos separados, La tía Julia y el escribidor, dedicándomelo en sus primeras páginas; A Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo y este libro. Y sí que me debías, negociaste nuestro amor.

Honor que me hiciste con tu dedicatoria. Mario, no sabes cuánto te odié… cuánto te maldije. Así también me hice escritora, quise responder a las infamias de tu escrito y me pasé años pensando cómo hacerlo, grabando mi voz, y luego escuchando, escribiendo y reescribiendo los borradores, de la mano de tu libro La tía Julia y el escribidor. Tenía que contestarte, hasta que arribó mi primer y único libro; lo que Varguitas no dijo. Y también te lo dediqué “A mi sobrino Mario Vargas Llosa”.

Después de publicarlo y de enterarte de él, me lapidaste en vida.

Asistió al libro… tu olvido.

No sabes, ni siquiera te imaginas, qué difícil se me hizo la vida después de eso. El ser que idolatraba, el ser más maravilloso que Dios me puso en el camino, me pagaba de esta manera. Empecé así a odiarte cada vez más, llegando con ello la primera sorpresa que no sabías. De la mano de un brujo que conocí, allá en La Paz, en mi primer matrimonio, lo busqué y practicamos una maldición a orillas del Titicaca, castigándote donde más te dolería, “el rey de los premios de literatura”, el Premio Nobel.

Con sangre y pelos de animales muertos los fundimos en las aguas del lago, el castigo era el gran premio, los otros no importaban, y “La Maldición” comenzó a dar resultados, no ganabas año tras año El nobel, al menos no lo ganarías mientras yo estuviera en vida. Durante muchos años te habrás preguntado por qué colegas tuyos latinoamericanos, ganaban el premio. La respuesta que creías, era por tu pensamiento liberal de derecha y que la academia premiaba solo a los de izquierda, como Gabriel y Octavio. Estabas muy equivocado, la respuesta era otra, una que ni siquiera imaginabas. Pero, te cuento amor mío, para tu tranquilidad, “La Maldición” está por terminar, no creo que resista a la siguiente primavera, y los resultados como bien sabes, los dan en esas fechas. Este año la academia recién reconocerá tus galardones anteriores, desde ese primer premio nacional de novela, allá por el año 67, seguido de toda tu obra escrita. Ahora que estoy muriendo te despojo del conjuro, te dejo libre; te doy lo que más quisiste y pediste al mundo, tu Premio Nobel.

Una vez más no te sorprendas si en octubre recibes la noticia que siempre esperaste.

Lo que sí deberías considerar, es que, a cambio de luces y fama terrenales, prendé tu vida y la mía. El ángel negro espera, el ángel negro aguarda…

Perdóname, amor mío…

Si aún sigues leyendo, te pido una vez más, ¡Perdón!

Tu siempre amada, Julia U.

 …Horas más tarde, la carta entre sollozo y sollozo, fue hecha mil pedazos…

“El diez de marzo del 2010, falleció Julia Urquidi, en la ciudad de Cochabamba, en octubre de ese mismo año La Academia Sueca galardonó a Mario Vargas Llosa con el Premio Nobel de literatura”, total, “La Maldición”, ya había sido levantada…


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