Cochabamba,
30 de enero del
2010
Te escribo esta carta después de muchos años, porque tu recuerdo, el que siempre me persigue, me invadió esta mañana de verano. El año pasado leí tu última obra titulada Sables y utopías. Me encantó mucho más que tus novelas donde quisiste ser el rey de este género.La verdad siempre me gustaron tus ensayos más que tus novelas y con este libro me das la razón, y así como escribiste este ensayo de sueños y realidades dispares, te hago recordar, mi dulce amor, que nuestra relación también fue de ensayo, cubierta de alegrías, tristezas, sueños e imposibles.
Tiempos
aquellos en los que recién te iniciabas, con tu primer cuento, Los jefes, tu
primera novela La ciudad y los perros, que entre broma y verdad me decías que
los derechos de la obra me pertenecían, por haberlos escrito durante mi
reinado.
Sí,
Mario, los escribiste durante nuestro matrimonio, el segundo que llevaba a
cuestas, pero bien sabías que tú eras mi primer y único amor, moría por ti, mi
Varguitas…
Como era
natural en esas épocas que recién iniciabas en el arte de la escritura, tus
complejos, obstinaciones y fantasmas eran grandes, sin embargo, me mordía los
labios y guardaba el temple debido para darte la seguridad y no distraerte de tu
objetivo principal: la producción intelectual. Definitivamente, siempre te vi
como un hombre de talento, el don era tuyo, pero el sacrificio, bien lo sabes,
era mío y sin mi ayuda no hubieras sido escritor. Mi Mario; te resistí, te
acompañé, te clamé, te aguardé…haciendo caso omiso al destino que nos jugó una
mala pasada -arrebatando de nuestras manos a nuestro hijo, como recordarás-. Te
entregué mi corazón en total abnegación y desenfreno, no por nueve años, tiempo
que duró nuestro matrimonio, si no por toda la eternidad…
¿Y cómo
me pagaste?, de la manera más hiriente, destructiva…
Con la
traición; te quedaste prendado de mi sobrina Patricia, corriste a ella, después
del accidente aéreo que se llevó a mi sobrina Wanda, hermana de Patricia,
dejándome muerta en vida. Luego llegaron las mentiras y humillaciones; a través
del develamiento de nuestro amor, el cual considero y consideraba lo más
sagrado de este mundo; no te importó ni un carajo, así llegó, cuando ya
estábamos separados, La tía Julia y el escribidor, dedicándomelo en sus
primeras páginas; A Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo y este
libro. Y sí que me debías, negociaste nuestro amor.
Honor que
me hiciste con tu dedicatoria. Mario, no sabes cuánto te odié… cuánto te
maldije. Así también me hice escritora, quise responder a las infamias de tu
escrito y me pasé años pensando cómo hacerlo, grabando mi voz, y luego
escuchando, escribiendo y reescribiendo los borradores, de la mano de tu libro La
tía Julia y el escribidor. Tenía que contestarte, hasta que arribó mi primer y
único libro; lo que Varguitas no dijo. Y también te lo dediqué “A mi sobrino
Mario Vargas Llosa”.
Después
de publicarlo y de enterarte de él, me lapidaste en vida.
Asistió
al libro… tu olvido.
No sabes,
ni siquiera te imaginas, qué difícil se me hizo la vida después de eso. El ser
que idolatraba, el ser más maravilloso que Dios me puso en el camino, me pagaba
de esta manera. Empecé así a odiarte cada vez más, llegando con ello la primera
sorpresa que no sabías. De la mano de un brujo que conocí, allá en La Paz, en
mi primer matrimonio, lo busqué y practicamos una maldición a orillas del
Titicaca, castigándote donde más te dolería, “el rey de los premios de
literatura”, el Premio Nobel.
Con sangre
y pelos de animales muertos los fundimos en las aguas del lago, el castigo era
el gran premio, los otros no importaban, y “La Maldición” comenzó a dar
resultados, no ganabas año tras año El nobel, al menos no lo ganarías mientras
yo estuviera en vida. Durante muchos años te habrás preguntado por qué colegas
tuyos latinoamericanos, ganaban el premio. La respuesta que creías, era por tu
pensamiento liberal de derecha y que la academia premiaba solo a los de
izquierda, como Gabriel y Octavio. Estabas muy equivocado, la respuesta era
otra, una que ni siquiera imaginabas. Pero, te cuento amor mío, para tu
tranquilidad, “La Maldición” está por terminar, no creo que resista a la
siguiente primavera, y los resultados como bien sabes, los dan en esas fechas.
Este año la academia recién reconocerá tus galardones anteriores, desde ese
primer premio nacional de novela, allá por el año 67, seguido de toda tu obra
escrita. Ahora que estoy muriendo te despojo del conjuro, te dejo libre; te doy
lo que más quisiste y pediste al mundo, tu Premio Nobel.
Una vez
más no te sorprendas si en octubre recibes la noticia que siempre esperaste.
Lo que sí
deberías considerar, es que, a cambio de luces y fama terrenales, prendé tu
vida y la mía. El ángel negro espera, el ángel negro aguarda…
Perdóname,
amor mío…
Si aún
sigues leyendo, te pido una vez más, ¡Perdón!
Tu
siempre amada, Julia U.
“El diez
de marzo del 2010, falleció Julia Urquidi, en la ciudad de Cochabamba, en
octubre de ese mismo año La Academia Sueca galardonó a Mario Vargas Llosa con
el Premio Nobel de literatura”, total, “La Maldición”, ya había sido levantada…
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